A medida que uno envejece modifica su forma de expresarse, es natural. Nuestro léxico, tanto como nuestros gestos y ademanes, evolucionan junto al siempre cambiante contexto social en el que nos desenvolvemos.

Esta adaptación hace, entre otras cosas, que términos de reciente incorporación a nuestro vocabulario reemplacen a otros con los que nos sentíamos cómodos hasta ayer mismo. Tampoco se libra la particular prosodia de cada individuo, consiguiendo, en los casos más...

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