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EL TUTEO

Hace poco retuiteábamos una entrada de Rafael Cerro Merinero publicada en su blog del ABC, titulada “Degeneramos”. Lo hacíamos por su indudable interés, aunque no compartimos algunas de las cosas que el autor afirma en dicho texto.  http://abcblogs.abc.es/pienso-de-que/2015/04/21/degeneramos/

Se queja, con razón, de una generalizada falta de educación en el más amplio sentido de la palabra: desde periodistas y maestros inútiles, hasta conductores irresponsables, pasando por adolescentes ágrafos y niños irrespetuosos. No negaremos que de todo eso hay, y a patadas. Son legión los adolescentes cuya única escuela literaria han sido los caracteres acotados de un SMS. La ortografía constituye una disciplina superflua y arcaizante que algunos –sin duda, pretenciosamente- se jactan de conocer e incluso de aplicar. Pedantería pura. Las reglas de tráfico sólo deben ser respetadas si atisbamos la presencia disuasoria de la autoridad sancionadora. ¿Y para qué hacer distingos, pensarán otros, pudiendo tratar a cualquiera, sea quien sea, de tú y, en consecuencia, colocarlo a nuestra altura?

Entendemos el malestar de Rafael Cerro y lo compartimos. Pero, como anunciábamos, también discrepamos en algunos puntos.  El autor denuncia que “el usted frente al tú, está desapareciendo porque no tiene sentido que exista en una sociedad sin cortesía”, conformes, aunque, a renglón seguido, abunde en lo anterior con un ejemplo: “En Orange impera la mala educación hasta el punto de que hablar de tú a los desconocidos es norma de estilo para los telefonistas. Les pides que te traten de usted, te prometen que lo harán y al minuto dejan de cumplirlo porque no saben hacerlo o porque se les olvida”.

Me da miedo generalizar, pero, por lo menos en mi caso, las últimas veces que he tenido comunicación con mi compañía de teléfono –por cierto, la misma que aquí se cita-, mis interlocutores han sido, sin excepción, de nacionalidad colombiana, probablemente porque allí se aloje el centro de llamadas que da servicio a la compañía. Y no me interpreten mal: a mi juicio, en Colombia se habla–y sobre todo se escribe- mejor que en España. Al margen de que por una cuestión personal nos guste más o menos su acento –muchos, variados y hermosos, dicho sea de paso-, la gente de ese país hermano, incluso en las capas más humildes de la sociedad, se expresa en un castellano bastante más cuidado y preciso que el que estamos acostumbrados a manejar por estos lares. Sin embargo, no saben utilizar correctamente la forma de cortesía que representa el hablar de usted, y lo emplean sin tino ni medida, tanto sea dirigiéndose a una persona a la que se debe respeto, como a un niño de dos años al que se le interpela de idéntica manera. Cuando hablan con españoles, apercibidos de que, por lo común, nos tuteamos, cambian el registro y tratan de tú a todo el mundo. Seguro que a ellos se les hace raro expresarse así, no me cabe ninguna duda. Y en cambio, a algunos españoles no les hará gracia que un desconocido –como explica el autor- se dirija a ellos con el tú por delante.

El rey Juan Carlos se permitía esta licencia del tuteo general: del rey abajo, ninguno. Aunque recuerden que también la DGT, que a mí por lo menos sólo me conoce cuando me envía alguna multa, también nos trata de tú en sus campañas televisivas. Y estos señores insaciables no son colombianos.

Y ya que estamos, si quieren hacer algo más por mi seguridad en la carretera, tápenme los guardarraíles para que no termine esparcido en cachitos por el asfalto si me caigo de la moto, y controlen a los camiones que –aunque no nos lo digan, o más bien nos lo oculten- están presentes en un número desproporcionado de accidentes con víctimas mortales.

Después de eso, me pueden tutear si lo desean: yo les seguiré tratando de usted, no se nos vaya a olvidar –con las consecuencias que eso puede tener- que representan la autoridad; y con la autoridad bromitas las justas, lo sabemos por experiencia, y, al igual que con los camiones, razonable distancia.

Javier García-Egocheaga Vergara
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