UN MONSTRUO VIENE A VERNOS
Pues sí, un monstruo –uno verdadero, no como el de la película, por lo demás, lenta, ñoña y lacrimógena-, sino un monstruo del copón de la baraja, va a ocupar tras las navidades la poltrona del mundo mundial.
Y se preguntarán: ¿cómo es posible que cientos, miles de encuestas previas no nos advirtiesen de su advenimiento? Pues porque -y esto es lo más irritante- ninguna ha parecido aplicar una ley no escrita, pero fundamental en la ciencia política: los monstruos -como el hombre del saco- siempre llevan a sus espaldas un bagaje indeterminado de voto oculto. Y otra más: el número de estos votos ocultos -vergonzantes en todo caso- es directamente proporcional a su monstruosidad.
Así que este monstruo racista, misógino, ególatra y desvergonzado es el preferido por los electores del país más poderoso de la tierra. Es lo que tiene la democracia. Aproximadamente, la mitad de la población -no en USA, también en Europa-, confiesa sin rubor que nunca ha cogido un libro. Por lo visto, para abrirlo se necesita haber leído previamente el manual de instrucciones, y si fallas tres veces, se bloquea irremediablemente. ¡Cómo me voy a exponer a bloquear el Premio Planeta, que, con la pasta que se ha arrimado el autor de turno, debe de ser una obra de arte!, piensan, y, cautos, prefieren no intentarlo “no vaya a ser que la cague”. Mejor sentarse frente al televisor y ver deporte o un reality. Y claro, en esta dinámica, cuando se presenta uno de los tuyos a las elecciones -de esos que ves todo el día en la tele- prometiendo arreglarte la vida en dos patadas -generalmente en el culo de alguna minoría, de algún extranjero, y de alguien que, por cualquier razón, te cae mal-, pues vas y lo votas. Y si además se jacta de que tiene mucho dinero, pues mejor: el becerro de oro simboliza -no lo olvidemos- la única religión verdadera.
Hace poco terminaba de leer la última novela de Aramburu, “Patria”. En este magnífico texto, cuya lectura debería ser obligatoria en todos los centros de enseñanza del País Vasco y Navarra, se nos cuenta cómo dos familias amigas absolutamente normales en la Guipúzcoa profundade los años ochenta, se transforman y enfrentan cuando el hijo de una de ellas entra en ETA, y el padre de la otra, es asesinado por la banda terrorista.
La historia está contada con la sencillez de lo cotidiano, de lo verídico, de lo que pasó, sin dramatizar pero sin paños calientes. Habla de inmigrantes -cuando yo era niño, en Euskadi se hablaba mucho de inmigrantes para referirse a la gente que provenía de otros puntos de España- y de conceptos identitarios. De cómo comienza el acoso, de cómo unos y otros se sienten agraviados, de cómo se entra en el sinsentido que justifica a la postre las mayores aberraciones.
El discurso de Trump lo he oído antes en muchos lugares y a mucha gente. Nos lo sabemos de memoria: “vienen de fuera, nos quitan lo nuestro, traen crimen y miseria colectiva. Levantemos muros, pongamos aranceles, primero nosotros, hagamos una grande y libre…”. ¿Patria? Sí: patria o muerte, aseguraba otro sátrapa.
En el fondo, todos iguales, nada nuevo bajo el sol. Solo que este monstruo de reciente creación pero hecho con materiales antidiluvianos, es ahora Comandante en Jefe de la nación/ejército más poderosa de la tierra. Acojona, ¿a que sí?
Javier García-Egocheaga Vergara